Llegó la hora de vivir y enseñar la Palabra con fidelidad (Conclusión)

Estudio Bíblico Inductivo

Conocer al Señor Jesucristo marca un antes y un después en nuestra existencia. A partir de ese momento tenemos dos opciones: ser parte de la multitud—que es la posición de comodidad por la que se inclinan infinidad de personas—, o responder activamente al llamamiento de Dios como lo hicieron los primeros discípulos:

El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios. Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús. Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras? Les dijo: Venid y ved. Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día; porque era como la hora décima. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan, y habían seguido a Jesús. Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo). Y le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro).” (Juan 1:35-51| RV 60)

Atender el llamamiento involucra la decisión de experimentar cambio y crecimiento, pero también, disponer nuestra vida para ser útiles en la extensión del reino de Dios.

Y, sin duda, podremos llegar a servirle. Pero, ¿de qué manera? Cuando estamos frente a un grupo de personas a las que compartimos las Buenas Nuevas de Salvación, podemos guiarlas para que a su turno también cambien y crezcan, o para que incurran en errores doctrinales y su vida cristiana esté signada por el estancamiento y, ante la más mínima crisis, experimenten reveses.

De ahí que todas nuestras enseñanzas deben ser fieles. No puede haber ni adulteración ni contaminación en lo que compartimos con otras personas. Hacerlo, nos hará responsables ante Dios.

La fidelidad comienza cuando asumimos la lectura diaria y sistemática de las Escrituras. El Estudio Bíblico Inductivo (EBI), cuyas bases usted aprendió en este Curso, son el fundamento para hacerlo.

No basta con el conocimiento, es necesaria la práctica. Está en sus manos. Debe convertirse en un hábito cotidiano cada vez que tenga oportunidad de ir a la Palabra.

Y de la mano con esta herramienta que le hemos ofrecido, no olvide jamás los requisitos que enumero el apóstol Pablo en su primera carta a Timoteo, referente a quienes desean servir a Dios. Podrá encontrar el listado completo en el capítulo 3, del cual me he permitido extraer algunos principios:

  • Que sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar (v. 2)
  • Que no sea dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro (v. 3)
  • Que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (v. 4)
  • Que no sea alguien que recién comienza a caminar con Cristo sino que haya adquirido madurez, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. (v. 6)
  • Que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo. (v. 7)
  • Que sean honestos, sin doblez, no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas (v. 8)
  • Y que sean sometidos a prueba primero, y entonces ejerzan el ministerio, si son irreprensibles. (v. 10)

En ese orden de ideas, le animamos para que revise su vida, reconozca en la consagración un fundamento de vida de quien sirve al Señor Jesucristo en Su obra, y se afiance cada día más en Él, prendido de su mano.

En nuestras oraciones siempre estará usted como estudiante del Instituto Bíblico Ministerial, bajo el convencimiento de que Dios puede utilizarlo poderosamente; y es lo que sin duda hará, si se somete a Él y, con un corazón irreprensible, se dispone a servirle.

¡Dios les bendiga rica y abundantemente!

Fernando Alexis Jiménez

Instituto Bíblico Ministerial

Misión Edificando Familias Sólidas (Colombia)

 

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