Conocer al Señor Jesucristo marca un antes y un después en nuestra existencia. A partir de ese momento tenemos dos opciones: ser parte de la multitud—que es la posición de comodidad por la que se inclinan infinidad de personas—, o responder activamente al llamamiento de Dios como lo hicieron los primeros discípulos: El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios. Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús. Y…
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