El día que prometía ser plácido, aunque caluroso, se convirtió en un caos, no solamente para William Foster, sino para todas las personas que encontró a su paso. Nadie sospechaba que aquél ejecutivo vestido pulcramente, fuera en generador de un infierno. Padecía un desequilibrio mental que se manifestó cuando se sintió presionado por las circunstancias.
¿En qué consistieron? Tres elementos: un embotellamiento de tráfico que no imaginaba se presentaría, el cumpleaños de su hija y lo tedioso que sería reencontrarse son su ex esposa.
En un arrebato de desespero, el protagonista decide abandonar su auto y dirigirse a su destino a pie. Cuando entra en una tienda para pedir cambio el vendedor reacciona de forma agresiva y todo se complica.
Si no ha visto esta película, que protagoniza Michael Douglas, le animamos a hacerlo. Fue estrenada en 1993 y la dirección estuvo a cargo de Joel Schumacher. En el reparto figuran también, Robert Duvall, Barbara Hershey, Rachel Ticotin, Tuesday Weld, Lois Smith y Kimberly, entre otros.
¿Qué relación tiene esa singular historia llevada al cine con la inteligencia emocional? Realmente mucho. Uno de los grandes problemas de nuestro tiempo que asiste a infinidad de personas, es que no gestionan sus emociones.
El apóstol Pablo escribió a los creyentes de Éfeso en el primer siglo:
«Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo. El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.» (Efesios 4:26-32| RV 60)
Y, también, al escribir a los cristianos de Corinto, les dice:
«Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.» (1 Corintios 10:31 | RV 60)
¿Por qué motivo enfatizamos en el asunto? Porque lo más probable es que, en infinidad de ocasiones, nos hayamos dejado arrastrar por emociones encontradas y situaciones que pudieron resolverse fácilmente, terminaron por complicarse.
El problema radica en que, cuando hemos cometido el error, terminamos arrepentidos, pidiendo perdón y, tal vez, ya hemos causado profundas heridas.
Lo más conveniente es pensar antes de actuar, como recomienda el apóstol Santiago:
«Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.» (Santiago 1: 19, 20 | RV 60)
Cuando somos conscientes de nuestras reacciones, algunas de ellas equivocadas, y las sometemos en manos de Dios, todo el proceso cambia. Damos pasos encaminados a alcanzar la inteligencia emocional, que no es nada nuevo, sino que desde la antigüedad ha sido planteada por las Escrituras.
Leí hace poco un comentario que, además de resaltar, conservo en mi agenda personal. Es de un sicólogo que anota:
«Las emociones de las personas con falta de autocontrol sufren muchos altibajos y pueden pasar de la alegría al enfado rápidamente, carecen de la capacidad para controlar estas emociones provocadas por estímulos tanto internos como externos, y de manejarlas voluntariamente. La persona que no tiene la capacidad de autocontrolarse está gobernada por las emociones que suceden en cada instante y les regulan su comportamiento. Además, cuando están inmersos en alguna emoción no son capaces de pensar con claridad y reaccionan en función de estas, aunque no sea adaptativo para el contexto en el que se encuentren.»
Probablemente al evaluarse descubre que, en su vida personal, en el liderazgo familiar y el desenvolvimiento en su entorno, sus emociones desbordadas se han convertido en un enemigo agazapado.
¿Es posible avanzar en el proceso de transformación interior? Por supuesto que sí. Con ayuda de Dios. Prendidos de Su poderosa mano. Tal como leemos en la Biblia:
«Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo…» (Filipenses 2: 12-15 | RV 60)
Experimentar control propio, que es la aplicación cotidiana de la inteligencia emocional, no es algo del otro mundo cuando en cada nuevo paso, estamos acompañados de la fortaleza de nuestro amado Dios y Salvador Jesucristo.
Hoy es el día para tomar una decisión, y es la de ser transformados. Está a nuestro alcance. Comienza cuando le abrimos las puertas de nuestra vida a Señor. Decídase ahora y comience el maravilloso viaje hacia el cambio.
Fernando Alexis Jiménez
Director – Instituto Bíblico Ministerial