Un secreto sencillo para evitar derrotas

Dios nos levanta de la derrota.

(Porque por fe andamos, no por vista) (2 Corintios 5:7). Lea también 1 Samuel 17:32, 40-47

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Con demasiada frecuencia enfrentamos situaciones difíciles. Derrotas estruendosas en lo que planeamos y hacemos.

 ¿A qué se debe?

A dos cosas: no entregamos nuestros planes y proyectos en manos de Dios (Salmo 37: 5), y, en segundo lugar, dependemos demasiado de nuestras propias fuerzas y no del poder divino.

 Y las caídas, insisto, son estruendosas. Permítame ilustrarlo de manera sencilla:

Guillermo tenía problemas de equilibrio, así que su doctor le prescribió terapia física.

 Durante una sesión, su terapista le dijo:

 «Confías demasiado en lo que ves. No dependes lo suficiente de tus otros sistemas —lo que está debajo de tus pies y tus señales en el oído interno—, que también tienen el propósito de mantenerte en equilibrio».

Una prescripción práctica, científica, pero que encierra cierta sabiduría.

«Confías demasiado en lo que ves» nos recuerda la historia de David, un joven pastor, y su encuentro con Goliat.

Durante 40 días, Goliat, el paladín filisteo, «se paseaba dándose aires delante del ejército israelita», desafiándolos a enviar a alguien a pelear con él (1 Samuel 17:16 NTV).

Por naturaleza, el pueblo se enfocaba en lo que le causaba temor.

 Entonces, apareció el joven David a quien su padre le había pedido que les llevara comida a sus hermanos (v. 18).

¿Cómo vio David la situación?

 Por fe en Dios, no por la vista.

Vio al gigante, pero confió en que Dios salvaría a su pueblo.

Aunque era un muchacho, le dijo al rey Saúl: «Que no se desanime nadie por causa de ese filisteo; este siervo tuyo irá a pelear contra él» (v. 32 RVC).

 Y le advirtió a Goliat:

 «La victoria es del Señor, y él va a ponerlos a ustedes en nuestras manos» (v. 47).

  Y Dios lo hizo.

Confiar en el carácter y el poder de Dios nos ayuda a vivir más por fe que por vista.

 Algo más que nos lleva a la derrota, es no depender de Dios para vencer las tentaciones. Y el pecado, en tales circunstancias, es inevitable.

Dios nos da la fortaleza para vencer, pero algo más: perdona nuestros pecados cuando nos arrepentimos.

  Eso se llama gracia.

Por gracia Dios nos perdona, porque nos ama y no quiere nuestra perdición eterna.

 La gracia del Padre está disponible para todos. Ábrale hoy las puertas de su corazón a Jesucristo.

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Fernando Alexis Jiménez sirve a Dios en la Misión Edificando Familias Sólidas. Transmite el Programa Vida Familiar y, desde el 2016, dirige el Instituto Bíblico Ministerial.

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