En la Lección de hoy aprenderemos:
- De qué manera identificar la madurez o inmadurez del aconsejado.
- Las características de alguien inmaduro y cómo las manifiesta.
- La importancia de las relaciones interpersonales para quien recibe acompañamiento de consejería.
Siete recomendaciones para estudiar la Lección:
1.- Imprima la Lección. Es una opción que encontrará al final de la publicación.
2.- Ore a Dios antes de comenzar.
3.- Tenga a mano una libreta de notas junto con una Biblia, que serán su caja de herramientas.
4.- Eche una primera mirada al texto.
5.- Haga CLIC en la Lección que lo remitirá.
6.- Complete los espacios en blanco que hay en la Lección. Tendrá tiempo para hacerlo.
7.- Verifique que haya completado su Lección y ore para terminar la capacitación de hoy.
Le invitamos a consultar el tutorial de Youtube con el propósito de que pueda despejar interrogantes y completar los espacios en blanco de la Guía.
Hemos avanzado de manera significativa sentando las bases de la Consejería Familiar. ¿Por qué recién entramos en aspectos de tanta importancia como la evaluación del grado de inmadurez de una persona y aspectos que abordaremos en las próximas Lecciones, como son los complejos y sanidad interior? Porque brindar acompañamiento a quien solicita orientación no es un trabajo que debemos tomar a la ligera. Por el contrario, debe obedecer a un proceso serio, sólido y con objetivos específicos.
Recordemos que aquellos que asumen el ejercicio de la Consejería deben reunir características esenciales:
- Alguien sociable.
- Mentalidad abierta.
- Que sepa escuchar.
- No condenar a quien pide ayuda.
- Empatía.
- Ser asequible.
- Interés por los problemas de aquel a quien aconseja.
Si priman la ____________________ e ____________________en el Consejero, su labor no será eficaz. Además, por su condición de desinterés no reflejará el carácter y el amor de Cristo que seguramente se manifestaría hacia los demás siendo sensible a los problemas, ansiedad, frustraciones y anhelos de su interlocutor.
CONVERSACIONES QUE REVELAN MUCHO
Cuando estamos hablando con la persona que solicitó acompañamiento en Consejería, las expresiones que utiliza son fundamentales ya que nos permitirán ir conociendo aspectos que, en apariencia, pasan inadvertidos y que están estrechamente relacionados con su grado de madurez o inmadurez, tanto en su personalidad como en su carácter.
Primero, veamos algunas señales de inmadurez que es necesario tomar en cuenta:
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El aconsejado al relatar aspectos sobre su cotidianidad compartirá acerca de reacciones explosivas, que se producen con facilidad y, en la mayoría de los casos, por asuntos insignificantes. Sin duda nos encontramos con alguien que no tiene manejo de sus emociones. Lo más probable es que esta predisposición para responder a lo que considera una provocación, esté acompañada por la ansiedad e interés que le asisten de resolver aquellas circunstancias o situaciones que le afectan, con carácter inmediato y sin importarle que, en el proceso, pueda herir a terceras personas.
Un ejemplo específico lo ofrecen quienes se enojan porque su interlocutor no comparte su forma de ver la vida y esperan que—así él haya cometido el error—sea su interlocutor quien admita las fallas. Y en buena parte de los casos presionan hasta lograr su objetivo. No dan un compás de espera en procura de que los asuntos se solucionen, sino que se inclinan por soluciones rápidas, aunque impliquen imposición de sus opiniones.
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Probablemente ha encontrado en personas que van en procura de su ayuda, a hombres y mujeres que sienten que todos a su alrededor están en contra, y que son las víctimas inocentes de las circunstancias adversas que deben enfrentar. Se sienten frustrados porque no logran sus objetivos, y atribuyen tal situación a que todo el mundo conspira en su contra para tornarle un fracasado.
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Se manifiesta en quienes, a pesar de sus enormes potencialidades, jamás asumen un compromiso hasta tanto encuentren voces de estímulo o de apoyo. Se niegan a los cambios o tal vez a lo desconocido, porque esperan que puedan compartir responsabilidad con otras personas. Como una tortuga, se enfrascan en las condiciones difíciles que están alrededor y caen, por tanto, en constantes períodos depresivos.
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Hemos visto una cara de la moneda cuando hablamos del grado de madurez e inmadurez de una persona. Vamos a mirar la perspectiva que nos ofrece alguien maduro. Hay características que le identifican:
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No se trata de la actitud arrogante de quien cree que todo lo puede y menosprecia a los demás, sino de aquél que conoce cuáles son sus potencialidades y cuáles son las aptitudes y talentos que tal vez tiene dormidos y puede desarrollar con ayuda de Dios.
Imagine un competidor que tiene frente a sí el reto de correr dos kilómetros en el menor tiempo posible. Si es alguien autosuficiente, marchará bajo el convencimiento de que tiene todas las condiciones para lograrlo.
BUENAS RELACIONES INTERPERSONALES
Una manifestación evidente en la madurez, tanto en el carácter como en la personalidad de un individuo, la constituyen sus buenas relaciones interpersonales. Desde la perspectiva cristiana encontramos que se lleva bien con Dios, consigo mismo y, por tanto, está abierto a tener una buena interacción con quienes le rodean. Les acepta tal como son y reconoce que sus fallas, son ante todo humanas y pueden corregirse. Se adapta por tanto a la sociedad, la cultura y el ambiente que constituyen su entorno.
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En la medida que usted habla con alguien que pide ayuda a través de la Consejería podrá descubrir si evidencia o experimenta falta de autodominio, es decir, que sabe gobernar sus emociones, así se vean exaltadas por situaciones ajenas a su voluntad. Le caracteriza el equilibrio, como lo describe el apóstol Pablo (2 Timoteo 1:7). En síntesis, no se deja mover por los impulsos.
ACEPTACIÓN DE CIRCUNSTANCIAS DIFÍCILES
Una inclinación natural de todo ser humano es buscar la línea de la menor resistencia, es decir, hacer el menor esfuerzo posible. Inevitablemente nos gusta evadir los problemas y, si miramos en lo más profundo de nuestro ser, descubrirían que ansiamos que todo sea fácil, en particular, las situaciones complejas.
Quien ha alcanzado madures no se rinde ante los obstáculos, sino que reconoce que en la vida, así como hay períodos de paz y de éxito, también se experimentan períodos de sufrimiento y es previsible que se presenten adversidades. Pese a ello estas personas no dan margen a un revés espiritual o en sus relaciones interpersonales.
INTERÉS POR EL BIENESTAR DE LOS DEMÁS
Una última característica que cabe mencionar aquí es el interés que demuestra alguien maduro, por el bienestar de los demás. Aprende a escuchar y procura ayudar, en la medida de sus posibilidades, para que situaciones complicadas puedan ser resueltas.
En la próxima Lección estudiaremos un aspecto apasionante: el inconsciente y los mecanismos de defensa. Orientamos nuestros pasos hacia la identificación de los problemas de fondo y las alternativas que se ofrecen al aconsejado…
Estamos convencidos de que no querrá perderse un elemento de tanta importancia en el proceso de Consejería Familiar…
© Fernando Alexis Jiménez – Facilitador del Instituto Bíblico Ministerial.