Un líder guiado por los principios de la fe cristiana es, necesariamente, un líder que genera transformación. Desata cambios allí donde se desenvuelve, comenzando por su propia familia. Las pautas aprendidas en la Biblia y aplicadas a la cotidianidad, modifican –en quien las aplica y en las personas sobre las que ejerce influencia–, cambios en la forma de pensar y de actuar.
El Señor Jesucristo al enseñar sobre el liderazgo y la autoridad, dijo a Sus discípulos:
… Los reyes de los gentiles se enseñorean de ellos; y los que tienen autoridad sobre ellos son llamados bienhechores. Pero no es así con vosotros; antes, el mayor entre vosotros hágase como el menor, y el que dirige como el que sirve”. ( Lucas 22:25-26| RV 60.)
Quien decide liderar conforme a la voluntad del Supremo Hacedor, evidencia distintivos sencillos pero eficaces:
- Relación con Dios
- Madurez
- Compromiso
- Desarrollo de sus dones espirituales y potencialidades
- Disposición de servicio
- Humildad
Orientan todos sus esfuerzos hacia el cumplimiento de la voluntad divina y llevan las personas, desde donde están, hasta donde el Señor espera que se encuentren.
Lo que debemos hacer, al liderar, glorifica al Padre. Así lo enseñó nuestro amado Salvador:
El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia.» (Juan 7:18; Efesios 6: 6 | RV 60)
En segundo lugar, disposición al sacrificio para cumplir la misión que hemos recibido:
Hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados, y no tenemos morada fija. Nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos. Nos difaman, y rogamos; hemos venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todos.» (1 Corintios 4:11-13; Cf. 1 Corintios 9:19 | RV 60)
Piense por un instante que liderar no es como nos lo han enseñado hasta hoy. El esquema debe cambiar en el líder auténtico:
- Antes que ser servido, el líder debe servir.
- Experimenta gozo al cumplir el propósito de Dios (Juan 3:29).
- Nos busca visibilizarse sino exaltar a Dios.
- Es consciente de su llamado a servir al Cuerpo de Cristo, su iglesia (1 Corintios 12:12-26)
- Menguamos para que sea Dios exaltado (Juan 3:29, 30)
El liderazgo no se afianza en la personalidad sino en el carácter de quien ha sido llamado por Dios y respondió con disposición a cumplir Sus propósitos eternos.
Es ante todo un proceso, en el cual el Señor nos acompaña y capacita, si dependemos de Él.
En la Biblia encontramos infinidad de casos que grafican la forma como los líderes son formados en la Escuela de Dios.
PERMANECER PRENDIDOS DE LA MANO DE DIOS
Dado que ejercer el liderazgo no es una tarea fácil, lo que nos asegura la permanencia en el plan de Dios es prendernos de Su mano poderosa. Es lo que hizo el apóstol Pablo. Se mantuvo firme, de tal manera que pudo escribir:
Porque os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; cómo trabajando de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios. Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes; así como también sabéis de qué modo, como el padre a sus hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros, y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria.» (1 Tesalonicenses 2:9-12; 2 Timoteo 1: 7, 8 | RV 60)
Era consagrado, comprometido, incansable. En su mente y acciones revelaba un objetivo: cumplir la misión que el Padre le había encomendado.
La perseverancia en Cristo implica también alejarnos del pecado que nos asedia en todo momento. Forma parte de las estrategias del enemigo espiritual, satanás, quien al procurar nuestra caída, desacredita el Evangelio, y no podemos permitirlo (1 Pedro 5:8)
No pierda de vista que las familias, la sociedad y la iglesia, escenarios en medio de los cuales nos desenvolvemos, necesitan líderes transformacionales auténticos.
Sólo de esta manera podríamos escribir, como el apóstol Pablo en el primer siglo:
Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo.»(Gálatas 1.10; Cf 1 Tesalonicenses 2:4 | RV 60)
Cuando logremos producir cambios a través del liderazgo y la influencia, todo alrededor nuestro cambiará y estaremos cumpliendo la voluntad de Dios y glorificándolo.
La decisión está en sus manos. Él lo necesita trabajando en sus filas. El mundo debe ser impactado. Es hora de comenzar.
Fernando Alexis Jiménez
Director – Instituto Bíblico Ministerial