Alimente el amor para fortalecer el liderazgo familiar (Capítulo 4)

liderazgo familiar

La progresiva extinción de la llama del amor de pareja se ha ido expandiendo en todos los países. No es algo nuevo. Ha sido desde siempre. Aun cuando no queramos aceptarlo, millares de matrimonios están en crisis.

¿Cómo podemos evitar el fracturamiento en la vida familiar, comenzando por la relación con el cónyuge que afecta también a los hijos?

La respuesta es sencilla, aunque no es fácil de asumir porque los seres humanos somos egoístas por naturaleza: alimentando el amor cada día.

El curso de la historia en un matrimonio puede cambiar si Cristo Jesús ocupa el primer lugar en casa y, si definitivamente, nos enfocamos en el compromiso de alimentar el amor mutuo, el cual también se transfiere a nuestros hijos.

¿AMA A SU CÓNYUGE Y A SUS HIJOS?

Si hay algo que asegura la permanencia de la familia, la solidez en la relación de pareja y una buena comunicación en el esquema padres-hijos, es el amor, que debe primar en todo momento.  

Como hombre o mujer que se está preparando para servir al Señor Jesucristo en su obra, podrá argumentar que el amor se acaba, con lo cual el asunto es más grave porque si ha dejado de querer a su cónyuge, es porque no cultivó el amor, y el amor como una matica, debe regarse diariamente con palabras y hechos. Alimentarlo de manera permanente.

Cuando hay amor, no solo crecemos en nuestra relación familiar, sino que resistimos las situaciones difíciles que puedan tocar las puertas de nuestra casa. El hogar seguirá sólido, nada impedirá que sigamos adelante.

El mejor ejemplo de un amor que trasciende, que sigue vivo, lo encontramos en Dios hacia nosotros. Aun cuando hayamos fallado, nos acompaña cada día. Lea Isaías 49:15-16 y con sus propias palabras, comparta cómo podemos aplicar esta enseñanza a la vida familiar:

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EL AMOR MÁS ALLÁ DE LAS PALABRAS

Iris Marshall era una escritora famosa cuando conoció a su cónyuge. Pasados los 60 años, ella comenzó a padecer una enfermedad cerebral degenerativa. Pese a ello, su esposo no solo la cuidó, sino que la amó hasta el fin de sus días. Probó con hechos que “el amor nunca deja de ser”.

¿Le impactó? Creo que a todos porque el amor está por encima de todas las circunstancias. Es el mismo amor que debe primar en la relación familia. Es el amor el que hace todo posible, y que por supuesto, proviene de Dios.

Le invitamos a leer el pasaje de 1 Corintios 13:8. ¿Qué enseña el apóstol Pablo y cómo aplica a nuestra relación conyugal y con los hijos?

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Sobre esa base, no podemos justificarnos si hoy fuéramos a la presencia de Dios para argumentarle que deseamos divorciarnos.

 El interrogante que enfrentaríamos es: ¿Dónde está ese asunto en la Biblia? Sin duda no hay razón de peso, salvo fornicación o adulterio en uno de los componentes. Y aún así, por una institución muy valiosa para Dios como es la familia, el paso sería el perdón y ofrecer una nueva oportunidad.

El amor está ligado a una actitud perdonadora. Es un principio que debemos afianzar en nuestra vida.

Nuestro amado Salvador Jesús llamó a sus seguidores a perdonar a quienes le causan daño, ¿cuánto más debemos hacerlo con los integrantes de la familia:

A los que están dispuestos a escuchar, les digo: ¡amen a sus enemigos! Hagan bien a quienes los odian. Bendigan a quienes los maldicen. Oren por aquellos que los lastiman. Si alguien te da una bofetada en una mejilla, ofrécele también la otra mejilla. Si alguien te exige el abrigo, ofrécele también la camisa. Dale a cualquiera que te pida; y cuando te quiten las cosas, no trates de recuperarlas. Traten a los demás como les gustaría que ellos los trataran a ustedes.” (Lucas 6:27-31. NTV)

Reflexione por un instante tras haber leído el texto bíblico. Usted es un hombre o mujer que se está preparando para servir a Dios en Su obra. ¿Cómo aplica en su vida personal y familiar el principio de perdonar? Por favor, responda con honestidad:

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Podemos estancarnos guardando rencor hacia nuestros seres amados: el cónyuge, los hijos y las personas de nuestro entorno familiar, o dar un paso más allá, avanzar una milla, y disponernos para cambiar.

Si alguien en nuestra familia nos ha causado heridas, cualquiera que sea su alcance en nuestra vida emocional, ¿qué nos enseña la Palabra en Malaquías 7:18, 19 que debemos hacer:

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Es cierto, surgirán momentos difíciles, pero aún así, estamos llamados a dejar libres a quienes hemos odiado o por quienes hemos mantenido resentimiento, y más grave cuando se trata de los miembros de la familia. Y los dejamos libres al perdonarles y sepultar en el fondo del mar, los recuerdos dolorosos que nos llevan a buscar la venganza o asumir una actitud revanchista.

UN AMOR REAFIRMADO CON HECHOS

El amor a la familia va mucho más allá de decir “Te perdono”. Compromete nuestra disposición y perseverancia para que ese perdón se haga real. Si hemos perdonado de corazón, lo mostraremos no volviendo a sacarle en cara su error a quien le ofendió.

Si partimos de la base de que el amor nunca deja de ser, las circunstancias no deben movernos el piso y, por mucho que existan diferencias con el cónyuge o los hijos, no podemos ampararnos en esos eventuales choques para pretender irnos de casa.

A esta disposición de amar y encontrar puntos coincidentes que nos permitan afirmar la relación familiar, se suma una recomendación del apóstol a los creyentes en Colosenses 3:12-17. Haga una lectura cuidadosa del texto y dese a la tarea de descubrir qué principios espera Dios que asumamos dado que nos llamó a ser un pueblo santo y amado:

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Le pido que considere el texto nuevamente. Léalo con entendimiento, meditando en cada palabra.

¿Cómo beneficiaría su hogar si se decide hoy a aplicar estos principios? Sin duda muchísimo. Estaría sentando las bases para dejar de lado tanto enfrentamiento al interior de la pareja.

Jamás podemos olvidar que el amor es el eje principal para dar solidez a la relación familiar, hallar elementos de entendimiento, aplicar el ingrediente del amor que permanece y, de paso, agradar a Dios.

Esas actitudes que enumera el apóstol Pablo no basta preconizarlas sino con aplicarlas. Llevarlas a la vida cotidiana, hoy, ahora.

UNA FAMILIA SÓLIDA GOBERNADA POR EL AMOR

Si deseamos edificar familias sólidas donde reine la armonía y Dios ocupe el primer lugar, debemos perseverar. Al respecto leí hace pocos días unas frases que comparto con usted:

Es triste cuando una mujer anhela que su esposo tome la iniciativa y asuma la responsabilidad del liderazgo espiritual de la familia y él no lo hace. Pocas cosas tienen un mayor impacto en un esposo o una esposa que los sacrificios de amor, perdonadores y tolerantes, del cónyuge.” (John Piper. “Pacto matrimonial”. Tyndale House Editores. 2009. EE.UU. Pgs. 58, 59).

Es probable que haya tenido enormes dificultades en su relación de pareja, pero el Señor nos llama a seguir adelante. En Él encontramos la fortaleza necesaria para superar los obstáculos y encontrar soluciones cuando se producen diferencias, las mismas que ponen sobre la cuerda floja la estabilidad de la pareja y la relación con los hijos.

Cuando vamos a las Escrituras, hallamos un poderoso texto:

¡Qué alegría para los que reciben su fuerza del Señor, los que se proponen caminar hasta Jerusalén! Cuando anden por el Valle del Llanto, se convertirá en un lugar de manantiales refrescantes; las lluvias de otoño lo cubrirán de bendiciones. Ellos se harán cada vez más fuertes, y cada uno se presentará delante de Dios en Jerusalén.” (Salmos 84:5-7. NTV)

Las situaciones difíciles tocarán a nuestra puerta, pero podemos superarlas, salir airosos, alcanzar la victoria con ayuda de Dios.

NO RENUNCIE, FORTALEZCA EL AMOR FAMILIAR

Evalúe por un instante si las desilusiones en la relación de pareja o con los hijos le han llevado a pensar en renunciar. ¿Es ese el camino? Sin duda que no.

El divorcio no ha sido ni será jamás el camino. Cuando alguien habla de divorcio es porque no está haciendo su mejor esfuerzo para fortalecer la relación a partir de alimentarla con amor.

Si decidimos seguir adelante, en procura de la armonía en la relación, tenemos la certeza de que Dios nos ayudará. Debemos tomar una decisión y no detenernos: Salvar el matrimonio.

FORTALEZA PARA AMAR

Quien nos concede la fortaleza para perdonar y, además, para alimentar el amor con nuestro cónyuge e hijos, es Dios mismo. Él nos concede la capacidad necesaria para hacerlo (Cp. Filipenses 2:13)

De hecho, el Señor ha prometido que, si nos volvemos a Él, traerá una transformación total a nuestra vida. Nos transformará en nuevas criaturas, con capacidad para perdonar y para volver a amar.

¿Qué hace Dios para que usted y yo podamos perdonar, primero a nuestro cónyuge e hijos si nos han causado daño? Encontrará la respuesta en Ezequiel 36:26-28:

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Es probable que reflexione en su relación conyugal y con sus hijos, y concluya que llegó al límite de sus fuerzas. Lo invitamos a no darse por vencido. Dios es quien puede ayudarlo a emprender una nueva vida familiar, y no solo eso sino que, además, le guiará en el proceso de alimentar el amor cada día.

La meta debe fijarla usted, desde ahora. Nuestro amado Señor desea ayudarle en cada nuevo paso, pero la decisión la toma usted y nadie más que usted. Piense por un instante que su familia vale la pena. Perdonarlos y abonar el amor no será una pérdida de tiempo sino la mejor inversión que jamás pueda hacer.

DISPÓNGASE PARA AMAR Y SER AMADO

Infinidad de matrimonios están unidos por un denominador común: Esposos y esposas se quejan de no recibir demostraciones de amor por parte de su pareja. “Ya no me quiere”, se lamentan ellas y, ellos— por su parte— consideran que en muchos casos las demostraciones afectivas son parte del pasado, que se quedaron en los recuerdos del noviazgo.

Si está ocurriendo al interior de su familia, no lo desestime. Es una situación a la que debe prestar atención porque la relación de pareja se enriquece cada día y se va irrigando también a nuestros hijos. Ellos reciben del amor que como pareja nos prodigamos. Y a su vez, cuando crezcan, demostrarán ese amor al interior de sus propias familias.

Un elemento que debe quedar claro en su vida es la necesidad de revisarse y evaluar qué lo llevó a ser reacio a recibir amor.

En oración examine qué ocurrió. Dios le mostrará en qué momento de su existencia se produjo un hecho que lo marcó, que tal vez le ha impedido recibir y dar amor. La dureza que muestra hoy con su cónyuge, es probable que tenga origen en eventos de la niñez.

Si ha identificado que fue, es importante que allí, en oración en la presencia de Dios, le pida que sane su mundo interior.

Él sabe hacerlo, y si bien es cierto valoramos y ponderamos la sicología, me asiste el convencimiento de que Aquél que nos creó es quien nos entiende y sabe qué debe sanar en cada uno de nosotros.

Sólo cuando recibimos esa sanidad, podremos dar amor, tal como lo merecen nuestro cónyuge y nuestros hijos.

EN TODO HOGAR SE NECESITA AMOR

El amor es fundamental para una vida familiar sana. Nos ayuda a sentar cimientos sólidos. Si piensa en el asunto, probablemente piense que en otras familias pasa, pero no en la suya. Cuidado. Puede estar muy cerca del problema y no percatarse.

En el nuestro no es así”, decimos. Pero, ¿en realidad su casa es un lugar en el que cónyuge y sus hijos pueden decir: “Recibimos demostraciones de amor”? Es una pregunta que no debe quedar en el aire sino que, dada la importancia que reviste, demanda que la respondamos con el corazón.

Conforme demostramos el amor a los componentes del círculo familiar, vamos descubriendo qué es lo que realmente les llena emocional y afectivamente: Una caricia, una palabra de aliento, un abrazo.

Es un proceso que se surte con el tiempo y del cual no podemos esperar resultados de la noche a la mañana. Poco a poco vamos aprendiendo.

El afamado autor cristiano, Gary Chapman, brinda una apreciación que debemos tener en cuenta:

Muchas parejas se aman sinceramente, pero no expresan el amor de manera eficaz…. Descubrir cuál es la forma en la que su ser amado se siente valorado y querido, es un paso importante para desarrollar eficazmente maneras de expresar el amor.” (Gary Chapman. “Los cinco lenguajes del amor – Devocionales”. Editorial Tyndale House. 2012. EE.UU. Devocional 02/02)

No hay nada más doloroso que sentir amor y no saberlo expresar. Es como un nudo en la garganta. Y aunque todo ser humano fue concebido para amar, no podemos desconocer el hecho de que hay infinidad de hombres y mujeres que no saben cómo hacerlo eficazmente.

Amar y saber expresarlo es una tarea en la que debemos comprometernos cada día.

No es algo opcional, sino un imperativo que compartió con nosotros el amado Señor Jesús. Podrá leerlo en Juan 13:34, 35.

¿Cómo saben las personas alrededor nuestro que somos realmente cristianos? Porque sabemos de qué manera expresar el amor. Es un distintivo, una característica que marca la diferencia donde quiera que nos encontremos. El primer lugar donde tornamos evidente ese amor, es en nuestra familia.

COMPONENTES DEL AMOR FAMILIAR

El amor tiene tres componentes que debemos demostrar a nuestro cónyuge y a nuestros hijos:

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Si hay compromiso, entenderemos que nuestra familia es muy importante para nosotros; si hay entrega, daremos lo mejor de nosotros para nuestro cónyuge e hijos, y si hay perseverancia, no nos daremos por vencidos fácilmente. Daremos nuevos pasos cada día.

Si hay algo que no tiene costo económico, pero sí resulta gratificante y enriquecedor, es prodigar amor a nuestro cónyuge y a nuestros hijos.

Cuando ponemos barreras al proceso de dar y recibir amor, estamos privándonos de una experiencia maravillosa.

Por el contrario, cuando liberamos la capacidad de dar y recibir amor, estamos aplicando lo que enseñó el apóstol Juan: 

Queridos amigos, ya que Dios nos amó tanto, sin duda nosotros también debemos amarnos unos a otros. Nadie jamás ha visto a Dios; pero si nos amamos unos a otros, Dios vive en nosotros y su amor llega a la máxima expresión en nosotros.” (1 Juan 4:11, 12.NTV)

No podemos ni debemos vivir en un mundo de mentiras. Amar con autenticidad es otro de los distintivos del cristiano. Amamos porque hemos recibido el amor de Dios y estamos obligados a transmitirlo, y el primer círculo en el que estamos llamados a hacerlo, es en el hogar.

El autor y conferencista, Gary Chapman, recomienda:

Auto revelarnos permite conocer mutuamente nuestros pensamientos, deseos, frustraciones y alegrías. En una palabra, es el camino a la intimidad. ¿Cómo aprendemos a revelarnos? Usted puede comenzar aprendiendo a hablar de sí mismo con sinceridad…” (Ibid. Pg. 54)

Es un proceso que demanda no centrarnos en nosotros sino en nuestra pareja e hijos; pensar a partir de la perspectiva de que— cuando nos casamos— somos dos y no uno (Cf. Eclesiastés 3:1, 4).

Si hay sinceridad en nuestras palabras, si hay un corazón dispuesto, sin duda desarrollaremos el proceso de cambio que necesitamos para que nuestra familia descubra y reciba el amor que necesitan, que tenemos y que debemos prodigarles.

Para concluir este capítulo le animo a decidirse por la experiencia de aportar, desde hoy, pequeños granitos de amor a su cónyuge y a su hijo.

No se desaliente si la respuesta que recibe no es la que esperaba. Persista. Una actitud amorosa de una esposa o de un esposo hacia su pareja y hacia sus hijos, derriba barreras. Puedo asegurarle que progresivamente su hogar experimentará cambios, y esa transformación positiva, que alcanzamos con ayuda de Dios, impactará a todos en casa. Decídase hoy por dar y recibir amor.


RESPUESTAS A LA LECCIÓN Nro. 4


A continuación, encontrará las palabras o frases que requiere para llenar los espacios en blanco que aparecen en la Lección de hoy:

Un amor reafirmado con hechos

1.- Misericordia

2.- Benignidad

3.- Humildad

4.- Mansedumbre

5.- Paciencia

6.- Capacidad de soportar

7.- Perdón

8.- Amor

9.- Permitir que Dios gobierne nuestro corazón

10.- Enseñar a otros

Componentes del amor familiar

1.- Compromiso

2.- Entrega

3.- Perseverancia.


(C) Fernando Alexis Jiménez – Entrenador del Instituto Bíblico Ministerial de la Misión Edificando Familias Sólidas (Colombia)


 

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