7 recomendaciones para crecer a partir del respeto a Dios y a los demás

Para traer perdón a nuestros pecados, Jesús murió en la cruz y vertió hasta la última gota de su sangre por el peso de nuestra maldad y para acercarnos al Padre celestial.

El principio del respeto debe prevalecer en nuestra relación con Dios, con nosotros mismos y con las personas con las que interactuamos diariamente, comenzando por nosotros mismos.


Por Fernando Alexis Jiménez | Director del Instituto Bíblico Ministerial


El respeto a Dios, a nosotros mismos y a las personas que nos rodean—comenzando por nuestra familia—es esencial si queremos que las cosas marchen como debieran.

Es un principio bíblico antiquísimo, que no deberíamos pasar por alto.

El apóstol Pedro lo resumió así:

«Respeten a todos. Amen a los hermanos. Teman a Dios y respeten al rey.» (1 Pedro 2:17 | RVC)

Por supuesto, avanzar en esa dirección amerita que hagamos un alto en el camino, nos evaluemos y, con ayuda del Señor Jesús, nos dispongamos a cambiar:

Es el apóstol Pablo quien escribe a los creyentes de Éfeso, en el primer siglo y hoy a nosotros:

«Desechen todo lo que sea amargura, enojo, ira, gritería, calumnias, y todo tipo de maldad. En vez de eso, sean bondadosos y misericordiosos, y perdónense unos a otros, así como también Dios los perdonó a ustedes en Cristo.» (Efesios 4:31-32 | RVC)

Nuestra vida personal, espiritual y familiar mejora ostensiblemente cuando optamos por asumir el valor del respeto, que ha probado su eficacia en las relaciones humanas y resulta edificante en nuestra espiritualidad.

RECOMENDACIONES EFICACES

El respeto como principio de vida, que contribuye a mejorar nuestro mundo interior, las relaciones interpersonales y, por supuesto, la conexión, con Dios, debe afianzarse en nuestra vida. Es una decisión a la que nadie nos obliga.

En ese orden de ideas, compartimos cinco recomendaciones:

  1. Evidenciar respeto a Dios en lo que pensamos y hacemos (Salmo 29: 2)
  2. Ser prudentes al responder a las personas, incluso cuando tenemos molestia (Proverbios 15:1)
  3. Evaluar qué sentimientos negativos anidamos en el corazón y que afectan nuestras relaciones (Mateo 12:34)
  4. No juzgar a las personas (Mateo 7: 1)
  5. Pasar por alto las ofensas, actuando con prudencia hasta que llegue el momento oportuno y apropiado de aclarar las cosas (Proverbios 19: 11)
  6. Tratar a las personas con el trato que quisiéramos para nosotros (Lucas 6:31)
  7. Amar y respetar al prójimo (Romanos 13:7-10)

Por supuesto el cambio y crecimiento en la aplicación del respeto no se produce de la noche a la mañana, ni tampoco en nuestras fuerzas. Es un proceso que vivenciamos exitosamente cuando caminamos tomados de la mano del Señor Jesucristo.

FUNDAMENTAR A LOS HIJOS EN EL RESPETO

Desde su más tierna infancia debemos inculcar en nuestros hijos el respeto a Dios, a nosotros mismos y al prójimo. Esa pauta formativa, de edificarlos en principios y valores, la encontramos en la Biblia:

«Enseña al niño a seguir fielmente su camino, y aunque llegue a anciano no se apartará de él.» (Proverbios 22:6 | RVC)

Las pautas de vida que sembramos en nuestros hijos, permanecen en su corazón para siempre y contribuyen decididamente a generar un acercamiento al Padre celestial.

DECÍDASE POR LA GRACIA DE DIOS

A propósito de lo que hemos hablado alrededor de la relación con Dios, ¿cómo anda usted con el Padre? ¿Ocupa el primer lugar en su existencia o es quizá el último aspecto en las prioridades que aborda en la cotidianidad?

Desconocemos las razones por las que, es probable, no tenga un acercamiento con el Padre amoroso. Así es que no podríamos despedirnos sin antes hablarle de la gracia divina que perdona nuestros pecados y nos ayuda en el proceso de crecimiento diario.

Para traer perdón a nuestros pecados, Jesús murió en la cruz y vertió hasta la última gota de su sangre por el peso de nuestra maldad y para acercarnos al Padre celestial.

El apóstol Pablo escribió sobre todos nosotros:

“… pero son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que proveyó Cristo Jesús, a quien Dios puso como sacrificio de expiación por medio de la fe en su sangre. Esto lo hizo Dios para manifestar su justicia, pues en su paciencia ha pasado por alto los pecados pasados, para manifestar su justicia en este tiempo, a fin de que él sea el justo y, al mismo tiempo, el que justifica al que tiene fe en Jesús.” (Romanos 3:24-26 | RVC)

Dios nos ama y no quiere que nadie, absolutamente nadie, se pierda por la eternidad. Sin embargo, aunque nos extiende Su gracia, no nos obliga a aceptarla. Es una decisión personal.

Aprópiese de esa maravillosa gracia. Póngase hoy a cuentas con Dios y reciba el perdón de sus pecados. Ábrale las puertas de su corazón a Jesucristo.


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