¿Se ha preguntado si realmente existe el infierno?

De acuerdo con lo que aprendemos en la Biblia, realmente el infierno sí existe.

El infierno no es una inversión. Es real. Descubra qué dicen las Escrituras alrededor del infierno. Se sorprenderá.


Ha tomado fuerza en nuestro tiempo desestimar la existencia del infierno. Hay quienes aseguran que se tratan de una invención. ¿Qué dice la Biblia?

Quien más énfasis hizo en el infierno, fue el Señor Jesús. Le animamos a considerar qué es lo que dicen al respecto las Escrituras para que podamos llegar a una conclusión real.

  • La parábola del rico y Lázaro habla sobre las características de ese lugar (Lucas 16:19-31)
  • El infierno no tiene puerta de salida (Lucas 16: 26)
  • Quien no atiende el mensaje de salvación, terminará en el infierno (Juan 5:24; Cf. Lucas 11: 28)
  • El texto de Mateo 10:28; 16:26 pone en evidencia que el alma es inmortal.
  • El Señor Jesús dejó claro que Dios el Padre tiene poder de enviar al pecador al infierno (Mateo 10:28; véase 16:26)
  • En Mateo 5:22 leemos que, en efecto, en el infierno hay fuego eterno.
  • Quien persiste en una vida pecaminosa se hace merecedor del infierno (Mateo 5:29-30)
  • Acogernos a la gracia de Dios y crecer en Él cada día, nos libra de pasar la eternidad en el infierno (Romanos 9:24; Gálatas 1:15; Efesios 4:1,4; y 2 Tesalonicenses 2:13-14)
  • En el infierno, el fuego no se apaga jamás (Marcos 9:43)

Cerramos este punto citando al autor y teólogo, Donald Arthur Carson, quien advierte:

«Si yo acepto que el infierno es real, eterno y más aterrador que cualquier otra cosa, sería una falta de bondad y amor de mi parte no advertirte, exactamente como habría sido una falta de bondad y amor de parte de Jesús no haber advertido a la gente de su época.»

¿QUIÉNES IRÁN AL INFIERNO?

Hay dos realidades: la primera, la gracia de Dios. Es por gracia, algo que no merecemos y que refleja el amor y la misericordia del Padre, que somos salvos. Jesús pagó en la cruz por nuestra maldad. En el Calvario, nos hizo libres. Sin embargo, debemos apropiarnos de esa gracia inmerecida. Quienes no lo hacen y persisten en la pecaminosidad, irán a la condenación.

En el Evangelio leemos:

«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a Su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él. El que cree en Él no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.»(Juan 3: 16- 18 | NBLA)

Nadie puede argumentar que jamás escuchó de Dios y del mensaje de Salvación. Decirlo, además de necedad, podría en evidencia que se rechazó la gracia para permanecer en pecado. Y las consecuencias no se dejan esperar:

«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a Su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él. El que cree en Él no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.»(Juan 3: 16- 18 | NBLA)

Michael Horton, profesor de Teología Sistemática en el Seminario Westminster California, escribe lo siguiente:

“Puesto que Dios no se deleita en la muerte de los impíos, tampoco nosotros podemos. El infierno es tanto la reivindicación de la justicia de Dios como el requisito previo para la restauración de su creación. Pero también es una tragedia que grabará para siempre el horror de la rebelión humana. Dios justifica a los impíos: esta es la sorprendente afirmación contra-intuitiva que distingue al cristianismo de cualquier otra religión. Pero la buena noticia que resuena de las páginas de las Escrituras es que Dios justifica a los impíos que depositan su confianza en Cristo y encuentran a Dios como un amigo reconciliado ahora y para siempre.”

En otras palabras, acogernos a la gracia de Dios nos libra de ir al infierno por la eternidad. Es hora de rendirnos a la misericordia de nuestro amado Padre celestial, manifestada en la obra redentora de Jesús.


© Fernando Alexis Jiménez | @VidaNuevaCo

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