Nuestro amado Dios nos concedió a todos la posibilidad de tomar decisiones. Nos corresponde elegir responsablemente partiendo de la base que toda elección—cualquiera que sea—tiene sus consecuencias que se pueden desencadenar en el corto o mediano plazo.
Para comprenderlo, le invitamos a hacer una lectura de los siguientes pasajes: Génesis 2. 15-17; 3:1-4. ¿De qué manera el hombre renunció a la decisión de ejercer una voluntad responsable? ¿Cuáles fueron las consecuencias? ¿Cómo cree que nos afecta hoy día?
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Con más frecuencia de lo que se imagina, encontraremos personas que fácilmente ceden a las emociones negativas y tóxicas. Es cierto, no han vivenciado la sanidad interior, pero, además, saben que no deberían pensar y actuar de determinada manera, pero no asumen control de su voluntad. Simplemente se dejan arrastrar.
Generalmente se rigen por patrones de vida equivocados. Hasta que no tomen conciencia de la situación, seguirán en lo mismo. De ahí que, como consejeros, debemos llevarlos a comprender de qué manera—a partir de nuevos principios y valores–, pueden encarar cada situación de la vida diaria.
LA VOLUNTAD DEL SER HUMANO
Aquí cabe hacer un paréntesis para estudiar qué es la voluntad, parte esencial de la personalidad.
Desde la perspectiva de la psicología, la voluntad es la facultad intelectual (capacidad de decidir) de cada individuo para orientarse hacia el cumplimiento de objetivos. Ahora bien, hay que considerar que la inseguridad, el pesimismo, la baja autoestima y la debilidad del carácter atentan contra el ejercicio de la voluntad.
No se puede asociar la voluntad con deseo, pero es necesario que vayan juntos. Los deseos tienden a satisfacer necesidades; la voluntad humaniza esos mismos deseos, organizándolos y orientándolos, dándoles un significado personal. Es allí cuando estamos ejerciendo la voluntad.
Generalmente el deseo sin una voluntad responsable, demanda inmediatez, no atendiendo razones. La voluntad no impide el deseo.
La inclinación del hombre es a creer que es el resultado de impulsos incontrolables que determinan lo que hace, negando la existencia de la voluntad de la que Dios le proveyó. Pero si la voluntad no existiera, tampoco sería posible tomar decisiones libres. En tal caso, todo ser humano sería esclavo de sus instintos.
Leída esta concepción de la voluntad, deberíamos preguntarnos si cuando decidimos algo—no solo nosotros sino las personas a quienes aconsejamos–, lo hacemos con criterio y responsabilidad.
Si tenemos dificultades para tomar decisiones, ¿a quién debemos acudir? Hallará la respuesta en el Salmo 32:8.
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En alguna ocasión leímos que, de acuerdo con las estadísticas, toda persona durante el día, puede tomar 1.500 a 2.000 decisiones, desde decisiones sencillas como lavarnos las manos, los dientes, escoger el color de zapatos, saber qué ruta voy a tomar en el transporte, decidir qué vamos a preparar de desayuno, almuerzo o cena, qué película queremos ver en el cine, a qué hora me voy a levantar, hasta decisiones trascendentales como saber qué carrera estudiar, con quién casarnos, dónde voy a vivir, cuántos hijos tener, cómo ganarnos la vida, entre muchas otras.
Ligado a esto, está la voluntad. Decidimos y enfrentamos las consecuencias, sean positivas o negativas.
¿Cuál es la recomendación del rey Salomón para no incurrir en errores al ejercer la voluntad? Lea Proverbios 3: 5, 6.
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Si hemos cometido múltiples errores al tomar decisiones equivocadas, ¿qué nos recomienda Santiago 1:5-6 (Cf. Juan 14:26)?
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Cuando alguien que incurre en errores de manera permanente, que afecta sus pensamientos y acciones, viene a consultarnos, la voluntad es uno de los aspectos que debemos abordar.
El paso a seguir es recordarle que, en el monte de Getsemaní, el Señor Jesucristo rindió su voluntad al Padre. El relato lo podemos leer en Lucas 22:39-46; Mateo 26.36-46 y Marcos 14.32-42. Las palabras relevantes del amado Salvador fueron: «Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.»(Lucas 22: 42| RV 60)
Si bien es cierto Adán sometió su voluntad al pecado, al prestar atención a Satanás, Jesús recobró para nosotros la capacidad de ejercer una voluntad responsable, cuando se rindió a Dios en el Getsemaní. En Él, con Su fortaleza, podemos ser victoriosos al momento de decidir (Filipenses 4: 13)
En ese camino debemos orientar a quien nos consulta sobre qué hacer con sus errores reiterativos al tomar decisiones.
LAS EMOCIONES
Definamos las emociones. Se trata de reacciones que todos experimentamos: alegría, tristeza, miedo, ira, entre otras. Son conocidas por todos nosotros, pero no por ello dejan de tener complejidad. Aunque todos hemos sentido la ansiedad o el nerviosismo, no todos somos conscientes de que un mal manejo de estas emociones puede acarrear un bloqueo o incluso la enfermedad.
Observemos algunos ejemplos de situaciones y reacciones, propias de las emociones, que pueden producirse en una persona:
- Temor a perder la vida o amenaza de un resultado negativo. Reaccionamos luchando, huyendo, manteniendo la situación de alerta o paralizándonos.
- Confrontación de intereses con nuestros semejantes. Reaccionamos con ira o enojo.
- Pérdida de un ser querido. Reaccionamos con tristeza y empatizamos con las personas que nos apoyan.
- Celebración de un éxito o enamoramiento. Reaccionamos con exaltación.
- Esfuerzo ante un desafío. Reaccionamos con satisfacción y alegría.
- Ante personas que necesitan nuestra ayuda. Reaccionamos de manera rápida y altruista aún a riesgo de nuestra seguridad.
Lo importante de los escenarios que acabamos de plantear, es que, en todos los casos estas reacciones nos ayudan a afrontar mejor esas situaciones.
CONSECUENCIAS DEL MAL MANEJO DE LAS EMOCIONES
Las emociones terminan desencadenando reacciones a nivel física y espiritual. En lo que se refiere al nivel fisiológico y, dependiendo de la conducta que vayamos a desarrollar ante la situación específica que enfrentemos, se activarán una serie de respuestas procedentes de diferentes sistemas: tensión muscular, presión arterial, ritmo respiratorio, temperatura periférica, sequedad en la boca etc. que nos prepararán de diferente manera según la respuesta.
Por otra parte, hay reacciones emocionales que se producen ante situaciones nuevas e inesperadas, es decir, cuando las anticipamos o las imaginamos. Un claro ejemplo es lo que sentimos cuando vemos alguna escena en alguna película, leemos algún texto o recordamos o pensamos en algún suceso.
Nuestras emociones deben ser sometidas al Señor, quien tiene control de todas las cosas. Recordemos aquí lo que dicen las Escrituras:
Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.» (Filipenses 4: 6, 7|RV 60)
Si Dios toma el control de lo que pensamos y hacemos, podremos experimentar la paz interior que nos hace falta para vivir a plenitud.
MANEJO DE LAS EMOCIONES
Buena parte de las personas que vienen en búsqueda de consejería tienen problemas con el manejo de sus emociones. Si las identificamos en términos sencillos como la capacidad de sentir, entendemos que los pensamientos constituyen uno de los primeros fundamentos.
Pensar apropiadamente—en el caso de los cristianos, con la cimentación de la fe en un Dios de poder que tiene todo bajo control–, llevará a tener reacciones correctas y un estado interior apacible, es decir, sentirse bien. La decisión sobre qué pensamientos anidamos y permitimos que se desarrollen, está en nuestras manos. Aquí cabe recordar lo que enseña el apóstol Pablo en su carta a los creyentes de Filipos:
Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.»(Filipenses 4:8 | RV 60)
¿Y qué de las emociones negativas? Para guardar las apariencias, muchos cristianos las esconden, las subliman. ¿Está bien hacerlo? Por supuesto que no. Todos experimentamos emociones. Hacerlo—es decir, negar o esconder las emociones–, no servirá de nada porque, como hemos visto, ellas ejercen una poderosa influencia en nuestro estado anímico, en el organismo y en nuestra vida espiritual. De hecho, es previsible que en algunos momentos nos sintamos mal.
EL PECADO Y LAS EMOCIONES
Las emociones negativas, aquellas que nos resultan más perjudiciales, en muchos de los casos obedecen al estado de pecado del hombre. Son destructivas y demuestran que estamos confiando en nuestras fuerzas y no en el poder de Dios, quien nos creó, sabe lo que necesitamos y puede ayudarnos. Mencionemos algunas de ellas:
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Cuando confiamos en Dios, las cosas son distintas. Él trata con nosotros ayudándonos a superar la angustia—cualquiera que sea–, los pensamientos destructivos, la preocupación, la sensación de que no alcanzaremos metas y propósitos en la vida, así como la expectativa de si nos acepta Dios tal como somos, con virtudes y errores.
Parte de la Consejería Pastoral gira en torno a someter nuestras emociones en manos de nuestro Padre y Creador. Él sabe cómo hacer las cosas y vendrá en nuestra ayuda en el momento oportuno.
RESPUESTAS A LA LECCIÓN Nro. 3
A continuación, encontrará las palabras o frases que requiere para llenar los espacios en blanco que aparecen en la Lección de hoy:
El pecado y las emociones:
1.-Depresión
2.-Ideación suicida
3.-Culpabilidad paralizante
4.-Ansiedad
5.-Frustración
6.-Rencor
7.-Resentimiento
8.-Falta de perdón
© Fernando Alexis Jiménez – Entrenador del Instituto Bíblico Ministerial – Misión Edificando Familias Sólidas (Colombia)