Las crisis en la familia son previsibles, pero se pueden superar (Lección 6)

Crisis familiar

Cuando la relación conyugal se encuentra estancada, hay que sacarla de ahí. Quedarnos inermes ante la realidad, agravará las cosas. Si logramos tener la conciencia de admitir que hay dificultades, y nos disponemos a superarlas, seguramente lo lograremos con ayuda de Dios. ¡No estamos solos en esta tarea!

Evaluarnos de manera permanente, en un diálogo franco pero en el que prime el amor, traerá como consecuencia reconocer errores, las causas y la disposición de corregirlas.

Esta sana costumbre nos ayuda a corregir motivos de infidelidad, quejas del uno hacia el otro, descubrir en qué aspecto estamos fallando como esposos o quizá como padres y, de paso, edificarnos para que el matrimonio crezca cada día.

Aquí lo invitamos a leer 1 Corintios 7:3-5. Como hombre o mujer que se prepara para servir a Dios, ¿qué le enseña este pasaje? Escriba sus conclusiones a continuación:

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El escritor, Gary Chapman anota que:

El verdadero arrepentimiento comienza en el corazón. La decisión de cambiar demuestra que ya no presentamos justificación ni minimizamos nuestro comportamiento. En su lugar, aceptamos plenamente la responsabilidad de nuestros actos.” (Gary Chapman. Devocionales “Lenguajes del Amor”. 12/01. Tyndale House Publishers. 2012. EE.UU.)

Cuando evalúa esa apreciación con detenimiento, encontrará que es el paso inicial para que haya cambios profundos y sostenidos en la relación matrimonial.

Si reconocemos errores, si aceptamos la realidad de que las cosas no están bien y deben cambiar, y si en nuestro corazón hay conciencia de que el propósito eterno de Dios es la unidad de la familia, nos dispondremos a buscar soluciones. Es algo inherente al amor auténtico en la pareja. Y,  por supuesto, de quienes anhelan servir en la obra del Señor con excelencia.

Las diferencias de criterio en la pareja no deben ser motivo de disensión y de ruptura. Por el contrario, es un paso fundamental para aterrizar y entender que somos seres distintos, que pensamos y actuamos de manera diferente sin que eso implique que no podamos compartir bajo el mismo techo.

Por supuesto, las crisis del matrimonio se pueden superar y dejar de lado el aburrimiento que nos despierta la relación conyugal. Todo esto es posible cuando le permitimos a Dios obrar en nuestro hogar.

AYUDAR A LA FAMILIA EN PERÍODOS DE CRISIS

Dos preguntas que debemos formularnos al avanzar en el Curso hasta este punto: ¿Ayuda a su familia?, y también: ¿Sabe que muchos de los traumas que enfrentan nuestras relaciones conyugales e incluso, de nuestros hijos, obedecen a que matamos los sueños, los talentos y las posibilidades cuando apenas están naciendo?

Lo invitamos a leer 1 Tesalonicenses 5:7-9. ¿Qué principios aprendemos allí, que aplica a nuestra vida conyugal y familiar en general?

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El problema estriba en que hemos llegado progresivamente a un grado de insensibilidad tal, que nos preocupa poco todo lo que rodea a nuestro cónyuge, hijos, padres, hermanos y así sucesivamente, incluyendo a quienes nos rodean en el desenvolvimiento cotidiano.

Es evidente que, si solamente nos movemos alrededor de lo económico, habremos perdido lo más maravilloso en la experiencia de ver crecer a cada uno de nuestros hijos.

Es importante que hagamos un alto en el camino. ¿Hasta qué punto hemos sido partícipes en el proceso de crecimiento y afianzamiento físico y emocional de nuestros hijos? Si descubrimos que hay falencias, es tiempo de aplicar correctivos.

Por supuesto, no podemos devolver el tiempo, pero si podemos pedirle perdón por el mal que le causamos en su niñez, adolescencia y período de juventud al dejarlos solos, al no prestarles atención, al no brindarles ayuda. De la mano con esta decisión, trabajar con ellos en resarcir el dolor causado. Hay muchas formas de hacerlo, y una de ellas es apoyarlos a partir de este momento.

Y en la vida conyugal, ¿dónde quedaron esos anhelos? Permítame decírselo: en el olvido. Lo grave del asunto es que esa decisión de arrojar las expectativas por la borda, o guardarlas en el baúl de los recuerdos, genera heridas que permanecen en el tiempo.

Considere el principio que encontrará en Eclesiastés 4:12. ¿Cómo aplica a su vida familiar? Escriba sus conclusiones a continuación:

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DARLE LO MEJOR DE NUESTRA VIDA A LA FAMILIA

Si le preguntáramos a Dios qué espera de nosotros como padres, le diría que su anhelo es que cumplamos a cabalidad nuestro papel protagónico en el hogar, y que demos lo mejor de nosotros.

Sin duda, lo que espera el Señor de nosotros es que seamos muy especiales con nuestra familia. No podemos ampararnos en que tuvimos una niñez o adolescencia difíciles, para prodigarles la misma situación. Estamos llamados a cambiar. A ser diferentes. Nuestra familia es muy valiosa y, en esa dirección, nuestros pensamientos y acciones hacia ellos deben estar revestidos de excelencia.

Ayudar a nuestra familia no es otra cosa que estar dispuestos para ellos en todo momento y bajo toda circunstancia. Si estamos ausentes, esa sensación que les produce de que les dejamos solos, temprano o tarde traerá sus consecuencias.

Un buen consejo en el propósito que le asiste de ser artífice en el proceso de transformación de su hogar y en la meta de edificar una familia sólida, se encamina a que tome tiempo para hablar con su pareja y con sus hijos. Pregúnteles: ¿En qué crees que te puedo ayudar?

Este sencillo interrogante marcará la diferencia en las relaciones, y cobrará mayor importancia, si sumamos acciones concretas, ayuda oportuna cuando lo necesitan.

No olvide orar por su familia. Hágalo siempre. Llévelos a la presencia de Dios cuando clame al Padre. Es una de las prioridades que deben ocupar su agenda diaria, así como la decisión de ayudarlos en todo lo que necesiten y que esté a su alcance… Decídase hoy por una familia sólida.


© Fernando Alexis Jiménez – Entrenador del Instituto Bíblico Ministerial – Misión Edificando Familias Sólidas (Colombia)


 

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