El estrés lo anidamos en la mente. No solamente lo acariciamos, sino que lo alimentamos y agigantamos. El estrés nos impide vivir plenamente. En Dios hay libertad.
Fernando Alexis Jiménez | Misión Edificando Familias Sólidas
El estrés se ha convertido en uno de los males con mayor fuerza de nuestro tiempo, que afecta la salud física y mental de quienes lo experimentan.
Produce dolores de cabeza, tensión muscular, malestar estomacal, aumento o pérdida de peso, dificultad para dormir, presión arterial alta, diarrea o estreñimiento, mala memoria, cello o mandíbula rígidos, artritis, osteoporosis y cansancio, entre otros.
En cuanto a la afectación mental, podemos citar: Preocupación excesiva, inquietud, ansiedad, depresión, problemas sexuales y uso de alcohol o medicamentos para relajarse.
La reconocida psiquiatra, Marián Rojas Estapé, asegura que el autoconocimiento y la comprensión de cómo funcionan la mente y emociones es vital y, a renglón seguido, advierte que el estrés no discrimina; afecta a jóvenes y mayores, ricos y pobres. Es una respuesta natural del cuerpo que, llevada al extremo, puede ser perjudicial.
«El estrés tóxico puede ser preocupante; el estrés tolerable puede convertirse en crónico o extremo, lo que puede tener consecuencias nefastas para el cuerpo. El estrés crónico puede provocar ansiedad, insomnio y otras dolencias y, también, puede afectar la capacidad de tomar decisiones y afrontar el día a día.», anota la especialista.
UN ENEMIGO DE NUESTRA PAZ INTERIOR
Quienes enfrentan el estrés, por la razón que sea, saben lo que significa para nuestro mundo interior: nos roba la paz. ¿Está usted enfrentando esa situación? Entonces, siga con nosotros porque tenemos una respuesta bíblica a uno de los males de nuestro tiempo.
El eterno propósito de Dios es que experimentemos tranquilidad y gozo, tal como lo reveló nuestro amado Salvador Jesucristo:
“La paz les dejo, mi paz les doy; yo no la doy como el mundo la da. No dejen que su corazón se turbe y tenga miedo.” (Juan 14: 27 | RVC)
La paz interior que nos permite superar el estrés y encontrar gratificante nuestra vida diaria, proviene de una relación permanente con el Señor Jesús (Ver Isaías 9: 6). Esa intimidad la desarrollamos al leer la voluntad del Padre trazada en las Escrituras y al orar.
Cuando caminamos en el Señor, prendidos de Su mano, encontramos sosiego y sentido para nuestra existencia, tal como lo anuncia la Palabra:
«Tú guardas en completa paz a quien siempre piensa en ti y pone en ti su confianza.» (Isaías 26: 3 | RVC)
Avanzar a ese nivel es posible. Puede que usted esté atravesando momentos difíciles, pero nuestro Hacedor Supremo le ofrece paz interior para cada día de su cotidianidad. Su mundo interior puede tener tranquilidad aun cuando las tormentas sean muy fuertes.
HAGA UN ALTO EN EL CAMINO
Cuando enfrentamos estrés, ese cúmulo de preocupaciones que nos roban el gozo, es necesario volver la mirada a Cristo y rendirle la situación que experimentamos actualmente.
En Dios, encontramos paz interior. Es una realidad que siempre debe tener en cuenta:
«Tú, Señor, nos harás vivir en paz, porque tú nos has ayudado a realizar todas nuestras obras. Dios y Señor nuestro, otros señores han querido dominarnos, pero nosotros sólo invocamos tu nombre.» (Isaías 26:12-13 | RVC)
El primer paso es hacer un alto en el camino. En oración, pedir a Dios que nos muestre en qué estamos fallando y cuál es la fuente de nuestro desasosiego.
El salmista nos enseña esta pauta, porque él mismo estaba sumido en el desespero:
«Mientras callé, mis huesos envejecieron, pues todo el día me quejaba. De día y de noche me hiciste padecer; mi lozanía se volvió aridez de verano. Te confesé mi pecado; no oculté mi maldad. Me dije: «Confesaré al Señor mi rebeldía», y tú perdonaste la maldad de mi pecado.» (Salmo 32:3-5 | RVC)
En gran medida, el pecado trae dolor, tristeza y desesperanza a nuestra vida. Aviva el estrés. Sin embargo, cuando reconocemos que, por Su infinita gracia, el Señor nos perdona, recobramos la paz interior que hemos perdido.
CAMBIE SUS PENSAMIENTOS
El estrés lo anidamos en la mente. No solamente lo acariciamos, sino que lo alimentamos y agigantamos.
El apóstol Pablo, en su carta a los creyentes de Roma, advierte que no debemos sujetarnos a los principios de la mundanalidad y, a continuación, recomienda asumir nuevos principios de vida:
«Y no adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto.» (Romanos 12: 2 | RVC)
Y, también, escribe:
«No se preocupen por nada. Que sus peticiones sean conocidas delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias, y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, piensen en todo lo que es verdadero, en todo lo honesto, en todo lo justo, en todo lo puro, en todo lo amable, en todo lo que es digno de alabanza; si hay en ello alguna virtud, si hay algo que admirar, piensen en ello.» (Filipenses 4:6-7 | RVC)
Observe cuidadosamente que, lo que hemos aprendido hasta aquí, nos revela que hay libertad para el desasosiego y la desesperanza. Esa libertad está en Dios, cuando nos volvemos a Él y nos rendimos en Sus manos, en procura de ayuda. Él nos recibe con los brazos abiertos.
LIBRES POR LA GRACIA DE DIOS
La libertad de las situaciones que nos roban la paz interior, proviene de Dios. En Él hay perdón para nuestros pecados y gozo, porque nos ama y desea lo mejor para nosotros.
Sin embargo, es esencial que le entreguemos todas nuestras preocupaciones, y lo dejemos obrar:
El Señor Jesús nos extiende sus brazos para ayudarnos, tal como lo enseñó a sus discípulos y a nosotros hoy, a través de las Escrituras:
«Vengan a mí todos ustedes, los agotados de tanto trabajar, que yo los haré descansar. Lleven mi yugo sobre ustedes, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para su alma; porque mi yugo es fácil, y mi carga es liviana.» (Mateo 11:28-30 | RVC)
¿Ha pecado? No importa, en Dios hay perdón. ¿Siente que los problemas son grandes? Tranquilo. Jesucristo desea tomar sus dificultades en sus manos y liberarlo de la carga.
Acójase a la gracia divina. Ríndase a Él. Ábrale las puertas de su corazón a Jesucristo. Hoy es el día oportuno para emprender una nueva vida.
© Fernando Alexis Jiménez | @Conexión365
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