Pese a que a nuestro paso salgan obstáculos, podemos tener la certeza de que, con ayuda de Dios, fuimos concebidos para ser vencedores. Nada nos detiene cuando nos apropiamos de su gracia.
A Jim MacLaren la desgracia le tocó a la puerta en 1985, cuando tenía 22 años, cuando era un deportista destacado. El día menos pensado se accidentó en una motocicleta. Perdió su pierna izquierda por debajo de la rodilla al tiempo que sus costillas y órganos internos quedaron destrozados.
Creía en Dios y, consideraba, la fe fue el fundamento para levantarse de la aparente derrota. Se prendió de Su mano para reemprender la práctica de los deportes.
Se convirtió en un referente en el Campeonato Mundial Ironman de 1989 y una posición de las más relevantes en 1992. Sus logros fueron sorprendentes pese a las dificultades con las prótesis de finales de los años 80.
Aunque su carrera iba en ascenso, en junio de 1993, MacLaren sufrió un nuevo accidente. Iba en bicicleta e impactó de frente con una camioneta, en el Condado de Orange.
MacLaren salió disparado, de cabeza, contra un poste y quedó tetrapléjico. Los médicos le dijeron que nunca recuperaría la función motora por debajo del pecho y que siempre necesitaría una persona de apoyo que le ayudara en sus actividades diarias.
Si algo le permitió a este deportista consagrado, superar las dificultades, fue su fe en un Dios de poder y de gloria, que conoce nuestro sufrimiento y desea ayudarnos a sobrellevar las cargas. Su poder nos acompaña para superar obstáculos y, además, nos guía en los pasos a seguir:
«El camino de Dios es perfecto; la palabra del Señor, acrisolada; Dios es el escudo de los que en él confían.¡Aparte del Señor, no hay otro Dios! ¡Aparte de nuestro Dios, no hay otra Roca!» (Salmo 18:30, 31 | RVC)
También leemos en las Escrituras:
«¡Con tu ayuda, mi Dios, puedo vencer ejércitos y derribar murallas!» (Salmos 18:29 | RVC)
Decídase hoya emprender una nueva vida. Dios nos ofrece esa enorme posibilidad por su infinita gracia. Es por gracia que perdona nuestros pecados y nos abre las puertas para comenzar de nuevo, sin importar nuestro pasado-
¿Cómo es posible? Jesús cargó con nuestros pecados en la cruz. Lavó nuestra maldad por su sangre preciosa. Somos salvos por la fe en esa obra redentora y no por los muchos esfuerzos que hagamos por ganar la salvación.
Es el efecto de la gracia que toma forma en nosotros cuando creemos. Ábrale hoy las puertas de su corazón a Jesucristo.
© Fernando Alexis Jiménez | @VidaNuevaCo
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