Honrar a Dios

Es esencial que en todo cuanto hagamos, honremos a Dios.

«Honra al Señor con tus bienes y con las primicias de tus cosechas. Tus graneros se saturarán de trigo, y tus lagares rebosarán de vino.» (Proverbios 3: 9 | RVC)


Nada de cuanto tenemos, poco o mucho, es el fruto de nuestros propios méritos. Dios es quien nos da vida, así como la fortaleza y las capacidades para trabajar y conseguir los recursos.

A Dios le honramos, entonces, con absolutamente todo lo que pudiéramos considerar de nuestra propiedad. Realmente, todo es de Él y para Él.

Sobre el particular, leemos en la Palabra:

«Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas Las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos. Las riquezas y la gloria proceden de ti, Y tu dominas sobre todo…» (1 Crónicas 29: 11-12).

En esa dirección, nuestra forma de honrar a Dios comienza reconociendo su grandeza, poder y misericordia También cuando aportamos para que el Evangelio sea predicado.

Si aportamos a la obra, lo hacemos con generosidad, para que se extiendan la las enseñanzas de la Salvación. Lo hacemos no por obligación, sino porque amamos al Dios que nos amó primero:

«Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho. Y vino una viuda pobre, y echó dos blancas, o sea un cuadrante. Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca; porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento.» (Marcos 12:41-44 RVR1960)

Puede que por el nivel de ingresos no podamos dar mucho, pero más que preocuparnos qué piensan los demás, debe animarnos el expresar amor al Padre, que conoce lo que hay en nuestro corazón.

Emprenda hoy el proceso de transformación que siempre ha anhelado. No en sus fuerzas, sino en el poder que procede de nuestro Creador. Es por gracia que Él perdona nuestros pecados y nos ofrece una nueva oportunidad. Ya Jesús pagó el precio en la cruz. Ábrale las puertas de su corazón.


© Fernando Alexis Jiménez | @VidaNuevaCo

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