Al orar, no se complique la vida

«En el principio ya existía la Palabra. La Palabra estaba con Dios, y Dios mismo era la Palabra. » (Juan 1: 1 | RVC)


Es curioso, pero real. Cuando de orar se trata, muchos sienten que es más fácil dirigirse al Señor Jesús que a Dios el Padre. Entran en conflicto. Incluso quienes dicen: “Yo elevo oraciones al Espíritu Santo”.

Sin embargo, cuando vamos a las Escrituras, descubrimos que quienes se complican la vida, son los creyentes. Dios no lo hace.

El evangelista Billy Graham, lo explicó de una manera sencilla:

“La oración es simplemente hablar con Dios, y lo más importante que puedo decir al respecto es que: ¡Dios quiere que le hables! Él nos ama y ha prometido escuchar cuando oramos. ¿Cómo puedes aprender a orar? Primero, comprende por qué es posible orar. La oración es posible porque Jesucristo ha eliminado la barrera que existía entre Dios y nosotros. Una barrera causada por nuestros pecados. El pecado nos separa de Dios y, por lo tanto, no tenemos derecho a presentarnos delante de Él. Pero con su muerte en la cruz, Jesucristo pagó el castigo por nuestros pecados y destruyó la barrera. De ahí en adelante, Dios nos da el privilegio de venir ante su Presencia cuando entregamos nuestras vidas a Cristo.” (Citado en el artículo: La oración: ¿cómo hablo con Dios?)

Si usted habla con el Hijo, con Jesús el Señor, Dios el Padre no se va a sentir celoso. Igual si habla con el Espíritu Santo.

La esencia es desarrollar intimidad con Él mediante un diálogo diario. Nos permite experimentar crecimiento y afianzar la espiritualidad. Este proceso maravilloso va de la mano con nuestro cambio a nivel personal y familiar. ¿La razón? Dios que mora en nosotros, obra. Él responde a las oraciones.

El eje central de todo es hablar con nuestro amado Hacedor. Con palabras sencillas. Como lo sentimos. No es necesario aparentar nada.

El apóstol Pablo escribió:

«Por tanto, acerquémonos confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para cuando necesitemos ayuda.» (Hebreos 4:16; Cf. 1 Juan 5: 14 | RVC)

Dios escucha nuestras oraciones en toda ocasión, ya sea que estemos orando en voz alta o en silencio en nuestra mente y corazón. Después de todo, Él conoce todo acerca de nosotros y todo lo que nos pasa por fuera y por dentro. Lo bueno y lo malo. 

Hoy es el día de cambiar paradigmas. Redimensionar nuestra perspectiva acerca de la oración. Relacionarnos con Dios a través de la oración, que es hablar de manera sencilla con Él.

De la mano con todo lo anterior, tenemos una invitación decisiva para su vida terrenal y eterna. Ríndase a la gracia perdonadora de Dios. En la cruz, Jesús pagó por todos nuestros pecados. Nos aseguró el perdón y el comienzo de una nueva vida. Sin embargo, no nos obliga. Respeta nuestra decisión.

De ahí que le animemos a rendirse a la Gracia del Padre. Sin importar cuánto haya pecado, Él limpia su pasado y le ofrece una nueva vida. Decídase hoy por Jesucristo en su corazón.


Oración:

“Padre celestial, gracias por tu infinito amor. Gracias por perdonar mi maldad, por la obra del Señor Jesús en la cruz. Me rindo a tus pies. Reconozco mis pecados y pido tu perdón. Le abro las puertas de mi corazón a Jesucristo. Amén”

© Fernando Alexis Jiménez | @Conexion365

Publicaciones Relacionadas