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Es cierto que, aún estando en la gracia de Dios, la proclividad al mal puede que nos lleve a cometer pecados. Es entonces cuando debemos recordar que hay perdón en el Señor. La meta es no caminar en la maldad, porque de allí fue de donde nos rescató el Padre, como leemos en las Escrituras.
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El principio del respeto debe prevalecer en nuestra relación con Dios, con nosotros mismos y con las personas con las que interactuamos diariamente, comenzando por nosotros mismos.
Desconocemos las razones por las que, es probable, no tenga un acercamiento con el Padre amoroso. Así es que no podríamos despedirnos sin antes hablarle de la gracia divina que perdona nuestros pecados y nos ayuda en el proceso de crecimiento diario. Hoy es el día para emprender una nueva vida.