Dios nos ofrece la posibilidad de ser libres de las ataduras del pecado y emprender una nueva vida. Es una decisión que está en sus manos, porque de hecho, la gracia divina está a nuestra disposición. La decisión de Henry Brown, en 1849, fue arriesgada, pero sabía él, era la única que podía asegurarle una vida libre. Era un esclavo, pero anhelaba estar más allá de las praderas, sin cadenas. Poder ir y venir donde quisiera. Lo anheló por mucho tiempo. Hasta el día en que se decidió. Con ayuda…
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