Interpretar bien para enseñar bien (Conclusión)

Concluimos el Curso de Hermenéutica Bíblica

Interpretar y enseñar la Palabra reviste una enorme responsabilidad. Es un aspecto clave alrededor del cual hemos enfatizado en las Lecciones vistas hasta hoy. Si desarrollamos una mala hermenéutica, es decir, una forma incorrecta de interpretación, tendremos una mala exégesis de la Biblia. Aquí comienza la concatenación de errores porque justo lo que entendemos, sirve de base para cuanto enseñamos a otras personas.

El asunto es sencillo y se resume en pocas palabras: Si malinterpreto un mandato de Dios no podré obedecerlo.

Sólo cuando aplicamos apropiadamente la Hermenéutica Bíblica podemos decir como el apóstol:

“Sed hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos.” (Santiago 1:22: Cf. Mateo 7:21-24; Lucas 6:46-47; Romanos 2:13)

Estamos llamados a prepararnos para decodificar adecuadamente el lenguaje en el que recibimos el mensaje bíblico. Esa razón sustenta que jamás descuidemos la Hermenéutica como herramienta de apoyo al preparar un devocional, un escrito o un sermón. Llegará el momento en que se torne un proceso mecánico sin que, por este motivo, deje de ser valioso y necesario. Tenga presente que sea de manera inconsciente o consciente, en ningún momento dejamos de interpretar. Así que, estamos siempre haciendo la Hermenéutica.

Sobre esa base, podremos hacer práctica la instrucción de Dios a Josué:

«Este libro de la ley no se apartará de tu boca, sino que meditarás en él día y noche, para que cuides de hacer todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino y tendrás éxito». (Josué 1:8; Deuteronomio 6:6-9, 11:18-19, 17:18-19, 29:9, 30:14, 31:11, Josué 1:8, Esdras 7:10, Nehemías 8:8, 2 Timoteo 3:16-17).

Nuestra dependencia del Espíritu Santo es esencial. Los conocimientos son muy valiosos y de hecho, ese es el enfoque que nos anima en el Instituto Bíblico Ministerial: estructurar procesos formativos de calidad; pero sin la presencia de Dios en nuestra vida, tales estudios no tendrían valor. Distinto es cuando un hombre o una mujer de Dios unen a su consagración, la búsqueda sincera del Creador. Allí hay poder y cuando el poder fluye, las almas a las que les predicamos se convierten a Cristo.

Quien no tiene al Espíritu Santo no puede entender ni recibir las verdades de la Escritura. El apóstol Pablo lo resumió con las siguientes palabras:

“Pero el hombre natural no percibe las cosas del Espíritu de Dios, porque para él son necedad; y no las puede entender, porque se disciernen espiritualmente.”(1 Corintios 2:14; Juan 14:16-18, 16:7-15; 1 de Corintios 1:24, 2:14, 3:3, 3:19; Efesios 1:18; 1 de Juan 2:27; 2 de Timoteo 2:7).

Por su parte, el exegeta hábil y profundo es aquel a quien el Espíritu Santo ha tocado.

El entendimiento requiere oración (Salmos 119, Efesios 1:16-18) y requiere fe (Hebreos 11:6; Efesios 2:8; 2 Timoteo 3:15-17, Romanos 10:14)

Nuestro deseo es que el material que ha estudiado hasta hoy, se constituya en una herramienta de consulta permanente para sacarle mejor provecho a su estudio profundo de las Escrituras. Y oramos, además, para que cada Lección represente una bendición para su ministerio de servicio al Señor Jesucristo.

Servidor en la obra de Jesucristo,

Lic. Fernando Alexis Jiménez – Lic. Teol.

Director – Instituto Bíblico

Ministerial Misión Edificando Familias Sólidas

Publicaciones Relacionadas