En medio de su desesperación, el camino es acudir al Señor. Recuerde a Jesús, nuestro Salvador, quien vivió momentos críticos. Cercanos a los suyos y a los míos
Quizá ha atravesado esa situación. Sabe a que nos referimos. A la desesperación. A ese estado del alma donde no le encontramos salida al laberinto.
Esos momentos aciagos en los que pensamos que la muerte es la única salida.
En el equívoco, culpamos a las personas por el momento difícil que vivimos. Es probable incluso que nos enojemos con Dios.
Si es así, le animo a leer cuidadosamente la declaración de un hombre que, amaba a Dios, pero llegó al límite de sus fuerzas.
Perdió a su familia, la economía se fue en bancarrota, tenía todo en contra.
En esas condiciones escribió:
«Que perezca el día en que me concibieron, y la noche en que dijeron: “¡Ya nació un varón!” Que se oscurezca ese día, y que Dios en lo alto no lo tome en cuenta. Que ese día el sol deje de brillar, y las tinieblas de muerte lo oscurezcan. Que lo envuelva un manto de oscuridad y lo deje como un día horrible y bochornoso. Que sea esa noche toda oscuridad; que nadie la cuente entre los días del año; ¡que no sea incluida en ninguno de los meses! Que sea contada como una noche estéril, en la que nadie emitió un solo grito de alegría. Que maldigan esa noche los que conjuran al mar, los que saben despertar al furioso Leviatán. Que no brillen las estrellas en el alba, ni llegue nunca la esperada luz; ¡que no se vea la luz de la mañana!” (Job 3:3-9 | RVC)
Job atravesó un largo período de desesperanza, desesperación, vacío emocional, soledad, sin alegría en el corazón, con ganas de morir.
En situaciones así, no podemos dejar que nos arrastre el desaliento. De lo contrario, caeremos en una espiral sin fondo.
Antes que rendirnos, debemos volver la mirada a Dios.
El salmista escribió hace siglos:
«Tú cambias mis lágrimas en danza; me quitas la tristeza y me rodeas de alegría, para que cante salmos a tu gloria. Señor, mi Dios: ¡no puedo quedarme callado! ¡siempre te daré gracias!» (Salmos 30:11-12 | RVC)
Nuestro Padre conoce hasta lo más íntimo de nuestro ser. Nos ama y en los momentos más críticos, es quien nos puede ayudar.
Él sabe qué hacer, cómo y cuándo. Y, además, puede cambiar el curso de nuestra historia.
En medio de su desesperación, el camino es acudir al Señor. Recuerde a Jesús, nuestro Salvador, quien vivió momentos críticos. Cercanos a los suyos y a los míos. Permita que Él le guíe en cada paso para salir de ese desierto.
Jesús murió en la cruz por nuestros pecados. Se sacrificó por gracia de Dios. Esa gracia que nos extiende a todos y que nos permite, si nos acogemos a la gracia, recibir perdón de nuestros pecados y la vida eterna.
Haga un alto en el camino. Reconozca sus pecados y dispóngase para el cambio.
Por su infinita gracia, Dios lo guiará en todo el proceso de transformación.
Fernando Alexis Jiménez sirve a Dios en la Misión Edificando Familias Sólidas. Transmite el Programa Vida Familiar y, desde el 2016, dirige el Instituto Bíblico Ministerial.