La sorprendente historia del científico Robert E. Cornish y su obsesión por revivir a los muertos.
¿Ha pensado alguna vez que, a través de la historia, muchas personas han querido encontrar la solución definitiva para la muerte?
Por décadas, estudiosos se han dado a la tarea de estudiar cómo detener el paso del ser humano por el umbral de la muerte.
Permítame contarle acerca de uno de ellos.
Robert E. Cornish (1903-1963) pasó a la historia como el científico que quiso resucitar a los muertos.
Para lograr su propósito, acudió a muchos métodos. fue un genio precoz.
Era un genio. Sin embargo, a los 27 años afloró su obsesión de darle nueva vida a los muertos.
Convencido de que la muerte no era definitiva si se actuaba a tiempo, diseñó una mesa basculante para generar circulación artificial en cadáveres recientes.
Sus primeros intentos con humanos fracasaron.
Entonces se volvió hacia los animales.
EL INICIO DE SUS EXPEIMENTOS
En 1934, comenzó sus experimentos más polémicos: resucitar perros clínicamente muertos.
Los asfixiaba con éter y nitrógeno, y luego aplicaba adrenalina, anticoagulantes y respiración asistida. Increíblemente, algunos volvieron a la vida.
Pero regresaban ciegos, con graves daños neurológicos. No eran los mismos.
EL NUEVO FRANKENSTEIN
La prensa llamó a Robert E. Cornish “el nuevo Frankenstein”.
Aunque alcanzó fama, también fue perseguido. Las críticas crecieron.
Las universidades le cerraron las puertas. La ciencia lo aisló.
Sin embargo, el científico no daba por vencido. Pero además de despertar curiosidad, algunos le creían.
Un preso condenado a muerte se ofreció como voluntario.
Cornish quería usar un aparato casero de circulación extracorpórea —hecho con piezas recicladas: una aspiradora, mangueras, tubos y hasta ojales de zapatos— para intentar una resurrección humana.
La propuesta fue rechazada. Nunca pudo realizar el experimento.
UNA VIDA QUE TERMINÓ EN EL OLVIDO
Cornish murió en 1963, vendiendo su propia pasta dental.
Su sueño de devolver la vida quedó en el olvido… pero su historia aún revive el debate sobre los límites de la ciencia.
Infinidad de científicos todavía se empecinan en detener la muerte.
LA MUERTE ES UN PROCESO INEVITABLE
Lo único inevitable en todo ser humano, es la muerte. El paso de la vida a una nueva vida o a la muerte eterna.
Hace siglos, el escritor bíblico lo dejó claro:
«Ciertamente, los que viven saben que un día morirán; pero los muertos nada saben ni nada esperan, porque su memoria queda en el olvido. También mueren con ellos sus amores, sus odios y sus envidias, y jamás vuelven a participar en nada de lo que se hace bajo el sol.» (Eclesiastés 9:5-6 | RVC)
Un segundo elemento es que todos resucitaremos. Hay dos resurrecciones, una para vida y otra para condenación (muerte) eterna.
El Señor Jesús enseñó:
“No os maravilléis de esto; porque vendrá la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; más los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.” (Juan 5:28-29 | RV60)
Aquí es donde surge una pregunta trascendental: ¿A dónde cree que irá a parar en la eternidad? A la presencia con Dios o a la condenación.
En el pasaje de Eclesiastés 12:7 leemos que el cuerpo –una vez fallece–vuelve al polvo y el espíritu (o aliento de vida) vuelve a Dios. Y Job 27:3 nos enseña que el espíritu es lo mismo que el hálito de vida de Dios o su poder. La vida viene de Dios—Cf. Salmo 146:4; 115: 17; Eclesiastés 9:5.
EN JESÚS HAY RESURRECCIÓN PARA VIDA
Solamente en nuestro amado Salvador Jesucristo encontramos vida y la resurrección. En la Palabra leemos:
«Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá jamás.» (Juan 11:25, 26 | RVC)
Cuando creemos en la obra de nuestro Salvador, que pagó por nuestros pecados, tenemos vida eterna. El Señor Jesús así lo enseñó:
“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.” (Juan 14:1-3 | RVC)
Hay vida eterna para quienes creen en Jesús y su sacrificio en la cruz.
¿Y CÓMO ES ESE ASUNTO?
Es evidente que apreciar en la distancia que es posible ser libres de la condenación eterna, no resulte fácil de comprender. Si le ocurre, lo comprendo. Yo mismo viví su situación.
Por años me creí indigno del amor de Dios y aunque cursé una Licenciatura en Teología y una especialización, admito que aún no comprendía todo lo que Jesús hizo en el Gólgota y por qué tenía asegurada la salvación.
Aquí vamos a hilar despacio. Hablaremos de la gracia de Dios.
Nuestro amado Padre sabía que, por nuestra naturaleza humana, no íbamos a abandonar el pecado y que difícilmente podríamos saldar nuestra deuda por tanta maldad.
Es entonces que, desde la eternidad, concibió la gracia: perdonarnos por amor.
El apóstol Pablo escribió:
«Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe» (Efesios 2:8-9 | RV 60)
¡La gracia de Dios es nuestra única esperanza! En las Escrituras leemos:
«Mas por tus muchas misericordias no los consumiste, ni los desamparaste; porque eres Dios clemente y misericordioso». (Nehemías 9:31 | RV 60)
La gracia de Dios hace posible nuestra salvación. Está en la Biblia.
En la carta del apóstol Pablo a los creyentes de Éfeso, anota:
«En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia» (Efesios 1:7-8 | RV 60)
Pero hay un detalle: Dios no nos obliga a acogernos a su gracia. Es una decisión que nos corresponde tomar a usted y a mí.
El perdón de todos nuestros pecados—por favor léalo despacio: de todos nuestros pecados—opera en nuestra vida cuando reconocemos nuestros equívocos y nos acogemos a la misericordia del Señor.
Fernando Alexis Jiménez sirve a Dios en la Misión Edificando Familias Sólidas. Transmite el Programa “Vida Familiar” y, desde el 2016, dirige el Instituto Bíblico Ministerial.