Formación Teológica Gratuita y de Calidad para las Iglesias Cristianas
Pese a que a nuestro paso salgan obstáculos, podemos tener la certeza de que, con ayuda de Dios, fuimos concebidos para ser vencedores. Nada nos detiene cuando nos apropiamos de su gracia.
Es importante que haga un alto en el camino. ¿Lo están venciendo las circunstancias adversas? Hoy es el día para tomarse de la mano del Señor Jesús y reemprender el camino. Dios tiene planes maravillosos para su vida.
Evangelizar no es opcional para la iglesia. Es un imperativo que todo seguidor del Señor Jesús debe asumir. El mejor ejemplo lo ofreció el Maestro cuando abordó a la mujer samaritana (Juan 4:1-30). Le habló sobre los fundamentos de la salvación. No desaprovechó la oportunidad de compartirle las Buenas Nuevas. Los creyentes del primer siglo se apropiaron de ese compromiso. En el libro de los Hechos de los Apóstoles podemos corroborarlo cuando leemos: Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén;…
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A Jim MacLaren la desgracia le tocó a la puerta en 1985, cuando tenía 22 años, cuando era un deportista destacado. El día menos pensado se accidentó en una motocicleta. Perdió su pierna izquierda por debajo de la rodilla al tiempo que sus costillas y órganos internos quedaron destrozados.
Creía en Dios y, consideraba, la fe fue el fundamento para levantarse de la aparente derrota. Se prendió de Su mano para reemprender la práctica de los deportes.
Enseñar a partir del ejemplo, ahí está el secreto. Es por supuesto, una demostración viva de humildad. Nadie puede enseñar a su familia algo, sin antes dejar de lado el orgullo que en la mayoría de los casos nos lleva a pensar que siempre tenemos la razón.
Con ayuda de Dios podemos emprender el proceso de transformación y crecimiento que siempre hemos anhelado.
Es cierto que, aún estando en la gracia de Dios, la proclividad al mal puede que nos lleve a cometer pecados. Es entonces cuando debemos recordar que hay perdón en el Señor. La meta es no caminar en la maldad, porque de allí fue de donde nos rescató el Padre, como leemos en las Escrituras.
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